ACTO VII LA CELSTINA Y PÁRMENO
·Celestina habla con Pármeno en el intento de inducirle a concordia y amistad de Sempronio y Pármeno le responde recordándole la promesa que le hizo acerca de Areúsa. Los dos van a casa de Areúsa donde Pármeno pasa la noche. Celestina vuelve a su casa, donde Elicia le increpa por su tardanza.
Celestina se cree con autoridad y derecho de amonestar a Pármeno, quien no debe murmurar y oponerse a sus intereses, pues pueden repercutir en provecho de todos. Le alienta a ser más cariñoso con Sempronio a quien el criado más joven debe tomar como modelo:
Crecería vuestro provecho dándoos el uno al otro la mano, ni aun habría más privados con vuestro amo que vosotros. Pues sabe que es menester que ames si quieres ser amado.
Celestina por fin recurre a recordarle al jovencito que ella no es peor que fue su madre, insinuando que debiera aceptarla en su lugar.
No me la nombres, fijo, por Dios, que se me hinchen los ojos de agua. ¿Y tuve yo en este mundo otra tal amiga? ¿Otra tal compañera? ¿Tal aliviadora de mis trabajos y fatigas? ¿Quién suplía mis faltas? ¿Quién sabía mis secretos? ¿Quién descubría mi corazón? ¿Quién era todo mi bien y descanso, sino tu madre, más que mi hermana y comadre? ¡O qué graciosa era! ¡O qué desenvuelta, limpia, varonil! Tan sin pena ni temor se andaba a media noche de cimenterio en cimenterio, buscando aparejos para nuestro oficio, como de día. Ni dejaba cristianos ni moros ni judíos, cuyos enterramientos no visitaba. De día los acachaba, de noche los desaterraba. así se holgaba con la noche escura, como tú con el día claro; decía que aquélla era capa de pecadores. ¿Pues maña no tenía con todas las otras gracias? Una cosa te diré, porque veas qué madre perdiste; aunque era para callar. Pero contigo todo pasa. Siete dientes quitó a un ahorcado con unas tenacicas de pelacejas, mientra yo le descalcé los zapatos. Pues entraba en un cerco mejor que yo y con más esfuerzo.
Por si tales recuerdos no bastaran, añade la promesa de darle a Areúsa hacia cuya casa se encaminan. Entra Celestina en la habitación de la chica. Pármeno queda rezagado, nervioso, esperando. Areúsa dice tener un amigo. Celestina trata de convencerla de que amigos tales no merecen tanta fidelidad; elogia su belleza y lozanía y se muestra encantada de mirarla y remirarla bajo las blancas sábanas. Le habla de Pármeno, compañero de Sempronio, amigo de Elicia, su prima, y de los beneficios que puede proporcionarle su amistad. Hace subir a Pármeno e invita a los jóvenes a gozar del amor. Celestina, al verles, se muere de envidia, pues como vieja habría perdido las muelas, pero le quedaba todavía el sabor:
Quedaos adiós, que voyme sola porque me hacéis dentera con vuestro besar y retozar.
Que aun el sabor en las encías me quedó: no le perdí con las muelas.
Celestina sale. En su casa la espera Elicia. Elicia y Celestina discuten pero al final se arregla todo entre ellas.
Retrato de la Celestina